



Hola.
Soy Ton, y todavía recuerdo la primera vez que escuché la risa de mi hija.
Era de noche. La estaba bañando antes de dormir y, de repente, escuché una carcajada. Embobado y sonriente, bajé la mirada para ver cómo la había hecho reír -¿Cosquillas?, ¿Un gesto tonto?–. Ni os imagináis lo que había pasado.
Mi hija estaba sosteniendo entre sus manitas una minúscula, traslucida y colorida esfera de donde provenían unas intrigantes vocecitas. Lo primero que hice fue ignorarlo -¿la falta de sueño me estaba volviendo loco?- pero entonces, cinco entrañables seres rechonchos aparecieron ante nosotros.
La amorosa y azulona Sha se acercó a mi hija saltando con sus patitas-muelle y le pidió que dejase de apretar a su planeta, pero, como es obvio, la bebé no le hizo ni caso. Le expliqué a Sha que los bebés no saben hablar. “¿Cómo?”; dijo nervioso Opo “¿y qué hacemos ahora?”. Aca pensaba, mientras Bow calmaba al pequeño Tok con los ojos ya humedecidos. Como no quería volver a escuchar
un sólo llanto más, actúe rápido. Le ofrecí el dedo meñique a mi hija y ésta liberó la esfera.
“¡Wawaland era libre!”. Así se llamaba su planeta.





Los Wawies vivimos en Wawaland, con nuestros mágicos poderes
ayudaremos a los niños a construir un mundo mejor.









